Hace
ya casi dos décadas Jorge Valdano definió a Romario como «un jugador de dibujos
animados». Quizá porque yo era muy joven e ingenuo, quizá porque los
medios —al menos los medios que me eran familiares— hacían de cualquier comentario
del argentino un memorable aforismo, acepté el símil sin rechistar. Hoy, en
cambio, me parece una imagen burda, mal acabada, o mejor, incompleta. ¿Sabéis
de quién es la culpa? Exacto: de Cristiano Ronaldo.
Romario Da
Souza Faria deslumbró en la primera mitad de los noventa con acciones de gran
belleza y, sobre todo, por su facilidad goleadora. Para designarlo, Valdano —más preocupado por cómo suenan sus palabras que por lo qué significan— no se
conformó con emplear expresiones ya vulgarizadas y manufacturó un nuevo
concepto. La prensa se hizo eco del elogio y durante algún tiempo gozó de
cierto éxito, sin que reparásemos en su vacuidad.
Estaba
claro que Valdano no era seguidor de Oliver y Benji —para los de fuera de España, Supercampeones—:
pocas veces se vio un chut desde dentro del área, menos aún un desmarque eléctrico,
jamás un gol de vaselina… Lo más parecido a un Romario en Campeones era
Roberto Sedinho, brasileño y bebedor.
Lo que sí pudimos ver fueron jugadores verticalísimos que aprovechaban su extraordinaria velocidad para
desbordar a los rivales, verdaderos portentos físicos que se suspendían en el aire
para conseguir imponentes remates y, sobre todas las demás cosas, disparos potentes
con efectos inconcebibles. Os suena, ¿verdad? Si a todo esto le sumamos que uno
de los protagonistas —el favorito de las chicas— era moreno de piel, un poco
chulito y debía hacer siempre el doble para que se le reconociesen los méritos
que a otro se le adjudicaban sin esfuerzo; entonces parece claro que el
verdadero jugador de dibujos animados es portugués y juega en el Real Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario