sábado, 21 de abril de 2012

Males atisbados

En muchas cosas el fútbol se asemeja a otros deportes: parece que sobrasen las tres cuartas partes de la temporada. Las competiciones llegan a su final y solamente unos pocos, casi siempre los mismos, se disputan los títulos. Antes de que acabe todo no es malo hacer un análisis ―naturalmente provisional e incompleto― de los males que, quizás, nos aquejan.
Ningún equipo, y menos si juega varias competiciones de gran nivel, puede tener un solo portero. No, no vale aducir que en la plantilla hay tres guardametas, todos sabemos que él juega siempre. Y si es imposible fichar a otro cancerbero de renombre y categoría internacional ¿qué esperanza tendrán los jóvenes de la cantera de defender la portería del primer equipo?
El Madrid tiene un gran central ―medio chiflado pero bueno, duro y eficaz―, una promesa en esa posición y un valenciano de garantía, aunque algo marginado últimamente. El de más predicamento mediático en el centro de la defensa es uno de los futbolistas más injustificadamente ensalzados del fútbol mundial. Las bandas son para jugadores que no pueden aportar nada en ataque, que no saben defender o que no hacen bien ―para el nivel de un equipo como el nuestro― ninguna de ambas cosas.
El centro del campo, la columna vertebral de un equipo, tiene cualidades apreciables y un defecto, pero es el defecto más decisivo en el fútbol moderno: la lentitud. La falta de rapidez física da ventajas al contrario a la hora de anular la precisión en el pase o contrarrestar la resistencia de futbolistas capaces de correr durante noventa minutos. Solamente en partidos muy defensivos, por tanto con las líneas muy juntas, la ausencia de velocidad no se manifiesta con su verdadera condición de mal estructural insuperable.
La delantera es sin duda la mejor línea del equipo. Son gente rápida, con posibilidades de jugar al toque y sobre todo de forma vertical y fulgurante, es goleadora y con muchas opciones tácticas derivadas de la diversidad futbolística de sus componentes. Aunque lejos de la perfección ―falta capacidad de sacrificio y autocontrol cuando amenaza la derrota― es uno de los ataques más peligrosos y espectaculares del mundo.
El portugués es un digno entrenador del Real Madrid: orgulloso ―casi soberbio―, con un historial incomparable ―¡in-com-pa-ra-ble!―, muy profesional y el único que puede gestionar, con la autoridad que le dan sus éxito en las ligas más competitivas, un vestuario repleto de egos de jugadores tan grandes como sus sueldos.
Los últimos partidos de liga y de champions nos han dejado entrever los males del Madrid pero a pesar de ello debemos ser consecuentes con el inquebrantable espíritu de lucha del club. ¡El jueves que viene, hablamos!

Reflexión previa al Clásico

Hoy es el día. Si se hubiese llegado hasta aquí a la famosa distancia de diez puntos estaríamos pensando en Europa. Pero no: tan solo un par de goles de libre directo hicieron falta para cambiar por completo el guión de la Liga. El desenlace pasa, pues, por el Camp Nou.
Pocos periodistas anticiparon este escenario. La tendencia natural de los medios de información deportiva de ensalzar el pasado inmediato impide la reflexión. Después de todo lo dicho durante los últimos meses nada está resuelto a falta de cinco jornadas. Distintas voces anunciaron un final prematuro en varias ocasiones. Da que pensar, ¿no?
Pero lo más llamativo es el caso del entrenador. Tras el fiasco del partido de ida, la prensa tocó a rebato y cargó contra el cuerpo técnico. Se dijo que la voluntad de Mourinho era no seguir la próxima temporada y también se dijo todo lo contrario. Quizá después de los próximos encuentros no esté en manos del míster decidir sobre su futuro. Nadie y mira que son muchos apuntó esa posibilidad.
 
 

jueves, 19 de abril de 2012

Unos amigos

Va a comenzar el partido y, de repente, sin preaviso, una docena de amigos llega a casa. Está uno que va de gracioso y otro que cuando bebe de más se pone pesado; también el que trata de convencerte de no sé qué oferta de cortacéspedes, el que solo rompe su silencio para decir ingeniosidades, uno un pelín pedante al que todos tenéis manía pero al que se le alaba cualquier comentario elevado… Como buen anfitrión les cedes el salón, sacas unas cervezas del frigorífico y te metes en la cocina a preparar algo para picotear. Son unos cuantos y tardarás un rato con los años se han vuelto sibaritas; no les vale con unas latas de aceitunas y unas bolsas de patatas fritas—, de modo que salvo esporádicas y fugaces visitas a la sala de estar —eso es, solo tienes un televisor—, tu único conocimiento del devenir del encuentro lo obtendrás de los comentarios que ellos puedan hacer.
Cada día te diviertes más con tus amigos: hacen imitaciones, saben muchas anécdotas, cantan… Se diría que con los años se han vuelto gamberros, amén de un pelín machistas —lo que, por otro lado, tampoco te molesta—. Ahora son mucho más ruidosos que antes —quizá porque cuando los conociste eran solo dos o tres—, pero siguen siendo tan limpios como siempre: cuando se marchan no hay latas vacías que recoger ni olor a tabaco impregnado en el sofá. Eso sí, mientras estén ellos, el fútbol pasará a un segundo plano. Todos los goles se celebrarán sin excepción, pero el juego importará bien poco. Ya te has percatado de que sus análisis son poco atinados, cuando no falaces pero, ¿qué más da? Mientras el equipo gane no mostrarás desaprobación hacia los excesos de sus alabanzas para con unos y su crítica descarnada hacia otros —siempre los mismos—. Incluso asentirás.
El problema llega el día de la derrota. Es entonces cuando quieres hacer ver al resto de la gente tu visión de los males del equipo: ese defensa tan rápido no lo es tanto; aquel mediocampista no hace jugar al equipo tal y como dicen; por qué se empeñan en que los dos delanteros no pueden jugar juntos; qué ven en ese suplente para que se le considere la panacea… Pero tus amigos no solo no comparten tu opinión, sino que incluso te toman por un loco que defiende lo indefendible. Ahora eres Casandra. Preferirías que no viniesen a casa por un tiempo. Es seguro que no quisieras volver a ver una derrota de tu equipo con ellos cerca. Resultan más tolerables cuando vienen a ver la Super Bowl, ¿no crees?

miércoles, 18 de abril de 2012

Algunas valoraciones

Empezaré por salvar a dos jugadores: Pepe y Benzema. Me duele no ser capaz de hacer lo propio con Cristiano. Estoy seguro de que si pudiera, el resultado del partido habría sido otro. Pepe, ese jugador al que la corrección política no permite concederle el honor de mejor central del mundo, estuvo casi impecable en defensa. Benzema, ayer gato de cara a puerta, fue el único que apareció en el ataque madridista.  
Casillas deleitando al público bávaro
con un soberbio pase de pecho
Después de los indultos vienen las ejecuciones. No va a ser este el caso. Esperemos a que finalice la eliminatoria. Aunque me cueste, voy a dar un voto de confianza a ciertos jugadores. El resultado entra dentro de lo asumible, así que aguardemos hasta el miércoles que viene para realizar las pertinentes críticas individuales —que, por cierto,  ahora no van a servir de nada—. Eso sí, no me privo de hacer tres en sentido colectivo: endeblez defensiva cómo explicar si no tantos goles en los minutos finales—, falta de dominio del medio del campo —somos lentos a la hora de recuperar el balón, más aún sacándolo— y  ausencia de alternativas en ataque.
Y ahora una nota de pesimismo. El equipo no muestra la entereza física de otros tramos de la temporada. Es de suponer que todos llegan muy justitos después de tantos partidos. Ojalá sea eso, y no tengamos nada que reprochar a una mala planificación por parte del cuerpo técnico.

martes, 17 de abril de 2012

El pecado capital del madridismo


Como todo el mundo sabe siete son los pecados capitales: avaricia, envidia, gula, ira, lujuria, pereza y soberbia. Cada uno de ellos define una forma de ser. Todos son igualmente corrosivos para el alma, pero dos deberían ser foco de interés del madridismo.
El pecado que ha conformado la personalidad del Real Madrid, de su afición y de algunos de sus jugadores es la soberbia. El de otros, afortunadamente de muchos otros, equipos de fútbol es la envidia.
La soberbia es una grave enfermedad del espíritu que desde el pedestal de los triunfos y el éxito resulta, sobre todo si es uno mismo quien juzga, disculpable, pero la envidia... ¡Ay la envidia, la envidia debe de ser insufrible!
El soberbio se siente superior, se cree en posesión de todas las cualidades y merecedor de todos los honores y reconocimientos. Pero... contra la soberbia, humildad. No estamos solos, la grandeza manifiesta su verdadera dimensión únicamente en comparación con la de los antagonistas. No debiéramos vernos como estilitas exclusivos en lo alto de su columna, sino compartiendo el podio —año olímpico al fin— con los mejores... Eso sí, nosotros en lo alto del cajón.

 

lunes, 16 de abril de 2012

Nace "merengue merengue", el blog del madridismo crítico

Cuando decidimos poner en marcha merengue merengue nos exigimos constancia y reflexión. Lo primero es imprescindible para que un proyecto deje de serlo; lo segundo para que lo que se escribe no enrojezca a su autor pasados los días. El madridismo sería la tercera premisa, pero no nos hace falta esfuerzo alguno para alcanzarla: los que nos conocen —son pocos los que saben que lo hacen— son testigos de que nuestro amor por el Real Madrid es incondicional. Somos, pues, merengones que han de sobreponerse a la molicie y no dejarse llevar por su pasión para que exista este blog del madridismo crítico.
El lector habrá advertido que si desde aquí concebimos la participación en la Red como una autoimposición, el mero hecho de escribir no es la razón de ser de merengue merengue. Más allá del deseo de expresar nuestra opinión está la convicción de que es necesario que esta sea tenida en cuenta.  El que escribamos tras un pseudónimo evidencia una ausencia total de deseo de reconocimiento, pero no por ello dejamos de ser ambiciosos: queremos llegar a los madridistas y mostrar aquello que jamás podrá mostrar el periodismo deportivo.
Y es que a los medios no les interesa el glorioso pasado del Real Madrid por el simple hecho de ser pasado. Su incapacidad para aproximarse a lo pretérito no radica solo en la relación entre el método y el objeto, sino que está en la propia naturaleza del sujeto: el periodista se nutre de lo efímero y se acobarda frente a lo que perdura; si encontrara asiento en la retrospectiva pondría al descubierto sus errores, que o bien son el fruto de su miopía o bien de su mala intención.
¿Y qué hay del presente? ¿Qué hay del análisis de la situación actual —institucional y deportiva— del Real Madrid? El periodista adolece aquí de independencia, de un criterio propio. Como asalariado participa en la factura de un producto que responde a una labor previa de diseño, encaminada a acomodarse a las exigencias de la demanda, de los consumidores. Como alguien que desea mantener su puesto de trabajo, su acceso a la intimidad del club le exige una actitud servil hacia aquel que se lo proporciona.
En merengue merengue nuestras limitaciones nos harán fuertes. La distancia respecto a los jugadores nos hace valorar solo lo que vemos en el terreno de juego. No hay amigos a los que loar ni en el vestuario ni el palco. No necesitamos sazonar con polémica contenidos insípidos, ni crear noticias para cumplir con requerimientos editoriales. No existe, en definitiva, interés que se anteponga a nuestro deseo de contribuir a la prosperidad del Real Madrid. Esperamos que con la ayuda de un puñado de fieles lectores podamos conseguirlo.