martes, 29 de mayo de 2012

Sobre canteras y mentiras


La pasada noche leí un post en el foro de www.corazonblanco.com en el que se proporcionaba al lector una lista ampliable de jugadores salidos de la cantera madridista y de cuyo juego disfrutaban aficiones tan distantes como la del Benfica o el Olympiacos. La hipótesis que precede a este sencillo experimento es evidente: el Real Madrid dispone de una fábrica de jugadores, por lo menos, a la altura de las mejores del mundo. Esto no debería sorprender a nadie, pero parece que solo ahora que el Castilla ha retornado a la segunda división del futbol español pudiera sostenerse.
¿Cómo se explica que categorías inferiores como las del Barcelona, el Athletic, el Sevilla o, incluso, los descendidos Villarreal y Sporting parezcan tener más renombre que la gran factoría merengue? Creo que se trata del resultado de un doble proceso de perversión: por un lado, la que se opera desde la descarnada crítica de la prensa —de la orientada al consumo madridista también— hacia el florentinismo, al que desde hace más de una década se caricaturiza como una suerte de imperialismo futbolístico; por el otro, a un cierto complejo atisbado en un amplio sector del madridismo —el menos mourinhista, obviamente— aquejado de ese gran mal que podríamos denominar valdanitis —mutación de la cepa original, la menottitis, con síntomas parecidos a la enfermedad de Lillo—, que en fases agudas puede manifestarse en forma de aplausos a Ronaldinho en el Bernabeu. ¿Quiere decir esto que somos tan culpables los de dentro como los de fuera? Pues quizá, por algunas razones bien distintas a las expuestas, sí:
La grandeza del Real Madrid que es directamente proporcional a la dificultad que encuentran grandes deportistas para triunfar en sus filas. Y no nos equivoquemos: este principio es válido tanto para merengues de cuna como para blancos de profesión. Rara vez ofrece nuestro club segundas oportunidades —Benzema y Kaka han sido dos excepciones recientes con desigual resultado— y en muchos casos son casi obligadas dado el gran desembolso económico que ha supuesto un fichaje. Samuel, Robben o Sneijder son buenos ejemplos de lo complicado que es encontrar hueco en este equipo incluso para los mejores. Imaginemos el esfuerzo que debe realizar un canterano al que se rifan equipos de nivel intermedio en toda Europa, y del cual el club puede obtener una gran rentabilidad de forma inmediata.
2º Las distorsiones de la prensa. A comienzos de la era Guardiola, cuando el periodismo glorificó a Pep por su magna obra, se puso el acento en el papel que los canteranos habían tenido en el triunfo. Parecía que jugadores con un peso excepcional en el equipo como Eto’o, Alves, Abidal o Toure hubieran salido de la Masía. Pero todavía más falaz era el que los medios de comunicación reinventaran al unísono la historia reciente del barcelonismo, agolpándose en torno a un lugar común de cuño reciente: la cantera es la base del equipo en la tradición blaugrana. Lo más sorprendente del caso es que se olvidaba de manera voluntaria la naturaleza del exitoso primer proyecto Laporta, cuajado de jugadores extranjeros contrastados; o que el Barça de Van Gaal estuviera plagado de holandeses; o que el éxito del injustamente aclamado Dream Team se sustentase en jugadores tan canteranos como Koeman, Laudrup, Bakero, Stoichkov y Zubizarreta; o que a principios de los ochenta fuera el Barcelona el equipo que se hiciera con los dos grandes jóvenes valores del futbol internacional, Maradona y Schuster… Vamos, que estamos ante un ejemplo acabadísimo de la famosa sentencia de que una mentira repetida hasta la saciedad termina por convertirse en verdad.
Cerramos esta disertación con una pregunta dirigida a aquellos que ven —o mejor, que hacen ver a los demás que ven— en el protagonismo de la cantera la solución para los males de un equipo. Nos gusta que los jóvenes ganen protagonismo en la primera plantilla pero, ¿qué pensaría el madridista si en un equipo compuesto exclusivamente por canteranos, tras una «grandísima» temporada, tuviéramos que conformarnos con el décimo puesto en Liga, un subcampeonato de la Europa League frente al Atlético y una humillante derrota ante el Barcelona en la Copa del Rey?


lunes, 28 de mayo de 2012

Oro parece... (II)


No, la solución al dilema no es Kaká. El brasileño, ni sombra de lo que fue en el Milán, ha estado entre los mejores jugadores del mundo durante un lustro por lo menos. Tampoco es Marcelo. Desastroso defensor, Marcelo tiene tanta técnica, velocidad y clase como poca cabeza y la crítica, alternativamente, le ha atacado con dureza o le ha alabado con desmesura.
Sí, es Sergio Ramos. El sevillano no es un jugador rápido, no es un gran lateral defensivo ni un carrilero que las ponga como Michel…Tampoco como central está entre los más grandes: no es un dechado de colocación, en el juego defensivo por alto muestra demasiadas lagunas, tiene tendencia a las entradas a destiempo y cuando pretende jugar el balón desde atrás, especialmente en las situaciones de riesgo, es poco fiable.
Quizá este análisis no sea compartido por una mayoría del madridismo. Lo siento, pero es una opinión muy bien sustentada. Ahora que todos los partidos quedan grabados hay innumerables pruebas que avalan nuestro punto de vista. Fijémonos, si queremos, en la eliminatoria contra el Bayern. En Múnich y en Madrid su actuación estuvo salpicada de fallos importantes y no nos referimos a la lamentable ―pero anecdótica― ejecución del último penalti del Madrid en esa semifinal.
El Tarzán de Camas sabe que antes
te echarán las culpas a ti que a él.
Pero, entonces ¿cómo puede ser Sergio uno de los estandartes de nuestro equipo y titular indiscutible con todos los entrenadores que han pasado por el banquillo blanco? Algunas razones parecen claras: es un buen futbolista, es polivalente, tiene físico para aguantar las exigencias de varias competiciones con el club y con la selección anualmente y tiene una cualidad sobresaliente, que le hace uno de los mejores del mundo en ese aspecto: el juego de cabeza en el área rival. Además, suponemos, es alguien relevante en el vestuario. Y, naturalmente, tiene buena, ¡muy buena!, prensa.
Ramos, a nuestro entender, parece oro pero no lo es, aunque resulta un jugador importante para el actual Real Madrid. Pero aquellas «fantásticas» ofertas de decenas de millones de euros procedentes de toda Europa con sospechoso nombre francés de por medio y aroma a azahar y brisa del Guadalquivir…Aquellas, aquellas no volverán, ¡sobre todo después de un sustancial incremento del contrato! ¿De quién habrá aprendido Higuaín a manejar los hilos de las complicadas negociaciones para mejorar sus condiciones económicas?