jueves, 19 de abril de 2012

Unos amigos

Va a comenzar el partido y, de repente, sin preaviso, una docena de amigos llega a casa. Está uno que va de gracioso y otro que cuando bebe de más se pone pesado; también el que trata de convencerte de no sé qué oferta de cortacéspedes, el que solo rompe su silencio para decir ingeniosidades, uno un pelín pedante al que todos tenéis manía pero al que se le alaba cualquier comentario elevado… Como buen anfitrión les cedes el salón, sacas unas cervezas del frigorífico y te metes en la cocina a preparar algo para picotear. Son unos cuantos y tardarás un rato con los años se han vuelto sibaritas; no les vale con unas latas de aceitunas y unas bolsas de patatas fritas—, de modo que salvo esporádicas y fugaces visitas a la sala de estar —eso es, solo tienes un televisor—, tu único conocimiento del devenir del encuentro lo obtendrás de los comentarios que ellos puedan hacer.
Cada día te diviertes más con tus amigos: hacen imitaciones, saben muchas anécdotas, cantan… Se diría que con los años se han vuelto gamberros, amén de un pelín machistas —lo que, por otro lado, tampoco te molesta—. Ahora son mucho más ruidosos que antes —quizá porque cuando los conociste eran solo dos o tres—, pero siguen siendo tan limpios como siempre: cuando se marchan no hay latas vacías que recoger ni olor a tabaco impregnado en el sofá. Eso sí, mientras estén ellos, el fútbol pasará a un segundo plano. Todos los goles se celebrarán sin excepción, pero el juego importará bien poco. Ya te has percatado de que sus análisis son poco atinados, cuando no falaces pero, ¿qué más da? Mientras el equipo gane no mostrarás desaprobación hacia los excesos de sus alabanzas para con unos y su crítica descarnada hacia otros —siempre los mismos—. Incluso asentirás.
El problema llega el día de la derrota. Es entonces cuando quieres hacer ver al resto de la gente tu visión de los males del equipo: ese defensa tan rápido no lo es tanto; aquel mediocampista no hace jugar al equipo tal y como dicen; por qué se empeñan en que los dos delanteros no pueden jugar juntos; qué ven en ese suplente para que se le considere la panacea… Pero tus amigos no solo no comparten tu opinión, sino que incluso te toman por un loco que defiende lo indefendible. Ahora eres Casandra. Preferirías que no viniesen a casa por un tiempo. Es seguro que no quisieras volver a ver una derrota de tu equipo con ellos cerca. Resultan más tolerables cuando vienen a ver la Super Bowl, ¿no crees?

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